viernes, 9 de octubre de 2009

COSAS QUE PASAN A NUESTRO ALREDEDOR




Hace ya muchos años, un hermano de Francisco de Asís, impartía sus clases de religión en un colegio de Cáceres de mucho prestigio y solera.
Este buen Franciscano, no se conformó con sus clases de religión, con sus misas y sus rosarios y un buen, día quiso hacer algo con su vida...
Se acerco a los jóvenes, a sus problemas, a su alegría, a sus aciertos y a sus fracasos, se impregno de sus ganas de vivir. Les enseño a amar a un Dios de perdón, de amistad, de respeto, de amor.
Les enseño a sentirse libres, pero a la vez les inculco, que fueran responsables con esa libertad.
Los sacó del hastió y los acerco a la naturaleza, los enseño a compartir, a trabajar sin esperar nada a cambio, los quiso como cada uno era, e invento un paraíso para todos los que se acercaron a el, y siempre, siempre en todas las cosas, estuvo con ellos.
Un día sucedió algo terrible, este buen pastor fue separado de su rebaño, su gran obra fue desprestigiada, su trabajo de tantos años valía menos que nada.
Este buen franciscano, se marcho, se fue, dejando atrás su vida, su corazón, su gran obra, sus amigos los jóvenes...
Pero pasó, qué el tiempo todo lo fue poniendo en su sitio, él se hizo más grande, más importante para todos nosotros, se hizo necesario en nuestras vidas.
Y paso, que un buen día, (por estas cosas que a simple vista no tienen explicación) conoció a una pintora, bueno me quedo corta si solo digo a una pintora, porque en verdad, este gran hombre conoció a la PINTORA, una mujer con un gran don, y esta PINTORA, quedó plasmado en un lienzo de grandes dimensiones, la verdadera imagen de este franciscano, es, como si su esencia, su vida, toda su gran obra con los jóvenes estuvieran metidas en ese grandioso lienzo, digno de una catedral.
Los años siguieron pasando, y pudimos disfrutar de su compañía (en la lejanía) de su sabiduría, de sus consejos y de su gran amor durante muchos años más, después, la enfermedad hizo mella en su frágil cuerpo y en su alma, y aun así no dejo de trabajar para darnos lo mejor de el...
Y una mañana, se fue para siempre a ese paraíso donde ahora habita...
Pero que curiosa es la vida, el colegio, esas paredes que fueron el testigo mudo del comienzo de su gran obra, el colegio desde donde le invitaron a marcharse, fue destruido por completo, no quedo de el piedra sobre piedra, no quedo nada de el, en su lugar levantaron un precioso hotel.
Y ahora este humilde amigo de Francisco de Asís ha vuelto a su casa con todos los honores. Un gran salón del Hotel, lleva su nombre y un enorme cuadro digno de una catedral preside la estancia.
No tiene mucha importancia esta historia que os cuento, pero no me diréis que no es curiosa...
Isabel Agúndez Jacobo